Hace algunos años, una enorme multitud se encontraba reunida frente a uno de los rascacielos de una gran ciudad de nuestro continente. El gentío se había reunido para presenciar un espectáculo inusitado, pues un hombre que llevaba el extraño apodo de «La Mosca Humana» había anunciado que a cierta hora iba a escalar la fachada del enorme edificio hasta llegar al techo del mismo.
A la hora indicada apareció el hombre, y después de estudiar atentamente durante algunos instantes la superficie de la pared, comenzó a escalarla, en medio de la expectativa general. Subía poco a poco, y a medida que se iba elevando, más pequeño parecía a la gente aglomerada en la calle. Tenía, efectivamente, el aspecto de una mosca perdida en la vasta extensión de la pared. Subía más y más, echando mano de una cornisa, de una ventana, de una piedra sobresaliente, y ofrecía un espectáculo asombroso que arrancaba aplausos de la multitud que Io presenciaba. Ya estaba por llegar al techo, cuando se detuvo y durante algunos segundos miró a un costado y a otro. Luego se vio levantar la mano para asirse de algo que estaba un poco más arriba y unos centímetros fuera de su alcance. Entonces dio un pequeño salto, y consiguió alcanzarlo, pero no bien lo hubo agarrado, se desplomó en el vacío y cayó muerto en la calle.
Cuando la gente se apiñó alrededor del cadáver, se descubrió que «El Hombre Mosca» tenía en el puño cerrado una tela de araña. El pobre había cometido una equivocación fatal, pues Io que él creyó era un adorno de sólida mampostería, no resultó ser sino los tenues hilos de una tela de araña.
Tal vez el lector opine que el hombre era un necio, pues sólo un tonto se expondría a la muerte de esa manera, por más popularidad y dinero que pudiese granjearse. Y es cierto. Era realmente un
necio. Pero quizás convendría que te preguntaras si tú también no estás procediendo de un modo semejante ya que, así como aquel hombre jugó con su cuerpo, es posible que tú estés jugando con tu alma.
En relación con esto, viene muy al caso la pregunta penetrante que hizo el Salvador un día en que conversaba con Sus discípulos. Dijo: «¿Qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo y pierde su alma?» En estas palabras Dios advierte a los hombres que el alma vale más que lo que todo el mundo puede proporcionarles, de modo que el que se ocupa sólo de las cosas mundanas y descuida el asunto de la salvación de su alma, es más necio que ‘»El Hombre Mosca»; ¿No es necia la persona que en su afán de enriquecerse o divertirse expone su alma al peligro de perderse eternamente? Sin embargo hay millares que lo hacen, y jugando sus almas, las pierden por ganar las cosas insignificantes de este mundo. Cuando se habla de la importancia primordial de buscar la salvación del alma el joven contesta que lo hará más tarde, pues tiene que terminar sus estudios y divertirse; el hombre de edad madura dice que los negocios y la familia reclaman su atención y que más tarde se ocupará del alma; el anciano, sostiene que el asunto no es demasiado urgente, y que más tarde lo va a estudiar. Y llega la muerte. El asunto del alma se ha ido postergando, y ya es demasiado tarde.
Esta es la actitud de muchos. Como «La Mosca Humana», saben que están corriendo un enorme riesgo, y a medida que van escalando más y más alto en la pared de la vida, mayor es el peligro de que caigan en el hondo y eterno abismo del infierno. Amigo, si tú estás procediendo de este modo, detente y reflexiona seriamente. La muerte te alcanzará algún día, quizás hoy mismo. Y entonces tendrás que dejar todo Io que has juntado en este mundo, y si no has conseguido la salvación de tu alma, te perderás eternamente. Dios te ofrece la salvación ahora mismo. Nos dice en las Sagradas Escrituras: «Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.» En la cruz, Cristo murió por nuestros pecados. Allí recibió el castigo, que merecíamos nosotros, librando del infierno y abriendo el cielo a todo aquel que en Él confía de corazón. Dice el Señor Jesucristo:
«De cierto de cierto os digo: el que oye mi palabra y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a vida. -Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna»
Así, por la fe en Cristo, puedes recibir en este mismo instante, el perdón y la vida eterna, y saber a ciencia cierta que gozarás de una vida de felicidad y gloria en la eternidad venidera. ¿Por qué pues exponerte al riesgo de perder el alma por amor a los placeres pasajeros o a las riquezas efímeras, que al fin de tu vida resultarán telas de araña que no te darán ningún asidero? ¿Por qué parecerte al «Hombre Mosca»? cuán verdaderas son las palabras contenidas en el libro de Job, que dicen: «Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios; y la esperanza del impío perecerá; porque su esperanza será cortada, y su confianza, «casa de araña».