Los que esperan a Jehová levantarán alas como las águilas

Por encima de la gran carretera en las montañas de California, un águila volaba, sin prestar atención a los centenares de automóviles que estaban luchando por subir la pendiente. En cada curva había autos que tenían que detenerse y esperar que se enfriara su motor, pues había sitios especiales para este propósito, Pero el águila no tenía tal lucha. Él estaba volando con el viento, subiendo, dando vueltas, sin hacer esfuerzo. Uno de los choferes que estaban parados en la carretera se dio cuenta de que estaba contemplando una ilustración viva del poderoso pasaje escrito por el profeta Isaías.

«Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas, correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isa. 40:31).

Todo el mundo, sea uno cristiano o no cristiano, pasa por las mismas situaciones de pruebas y problemas. Subimos montañas, y bajamos a los valles. Nos golpean las mismas tormentas. Las mismas aflicciones nos agobian. Nos alegramos en los mismos éxitos. ¿Qué es lo que permite que algunos suban por encima de todo, volando sobre las tempestades y cruzando las montañas y los valles con tanta agilidad? Y parece que sin hacer esfuerzo. Examinemos con cuidado las palabras de Isaías. Hay dos frases importantes: «Los que esperan a Jehová», y «levantarán alas como las águilas». El resultado es una vida triunfante, por encima de los fracasos, las victorias, los sufrimientos y las aflicciones, o cualquier otra cosa en la vida que viene en contra de nosotros. Las alas del águila no son lo que le permite subir, bajar, volar sobre todos los problemas mundanos. Él puede extender sus alas, pero hasta que sienta el viento no puede hacer nada.

En las Escrituras el viento simboliza el Espíritu Santo. Solamente cuando el creyente permite que el Espíritu fluya en su vida, puede él subir y entrar en la «paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento» (Fil. 4:7). Esta vida de paz, de vuelo tranquilo, no se obtiene en un momento.

«Los que esperan a Jehová levantarán alas. . .”

La palabra «esperar» nos comunica el pensamiento de que este caudal del Espíritu solamente se alcanza cuando esperamos en la presencia de Dios. Además de pasar tiempo en comunicación con nuestro Señor, todo nuestro ser, nuestro cuerpo, alma y espíritu deben estar afinados al Espíritu, (1 Tes. 5:23). Este es un significado de la frase de Pablo, «Orad sin cesar» (1 Tes. 5:17). Mientras cumplimos nuestras tareas diarias, enfoquemos nuestros pensamientos en las cosas eternas, las que están encima de las cosas terrenales. Que las cosas aquí abajo sean contempladas con menos importancia. Luego con Pablo podremos decir, «De ninguna cosa hago caso» (Hechos 20:24).

El salmista nos asegura que la bendición viene cuando esperamos en el Señor y en Su Palabra día y noche (Salmo 1). Entendemos que esta meditación puede ser ejercitada aun cuando estemos ocupados en otras cosas.

Un resultado de la paz y tranquilidad que el Espíritu nos da mientras volamos por encima de los conflictos y problemas de la vida, es que nos permite contemplar las cosas terrenales desde una distancia. Así también nosotros, al volar con el viento, podemos entender que las montañas y los valles no serán para siempre. Hay una ciudad, no hecha de manos, esperándonos en el otro lado, (Juan 14:1-4).

Hablando con Moisés (Ex. 19:4) Dios describió la liberación del pueblo israelita de los egipcios que venían tras ellos, como que fueran llevados en alas de águilas. Solamente por Su Espíritu en la nube y el fuego, el enemigo no pudo llegar a ellos. Podemos esperar que las aflicciones que nos persiguen sean vencidas en la misma manera, por el Espíritu de Dios. Aun antes de que hayamos aprendido a depender del viento del Espíritu, Isaías nos dice que, si esperamos al Señor, el Espíritu renovará nuestra fuerza. El cambiará nuestra fuerza de lo humano a lo divino, y así podremos correr sin cansarnos, y cuando nuestra senda es muy subida y tenemos que andar despacio, todavía llegaremos a la cumbre sin desmayar.

Esperemos en el Señor. Hermano, permita que el Espíritu sople en sus alas por medio de la meditación y la oración. El Espíritu le llevará a las alturas de la experiencia cristiana, como no es posible en otra manera.

Solamente por el poder del Espíritu podemos volar encima de las pruebas y aflicciones que nos agobian todos los días, y entrar en aquella paz que el Salvador promete dejar con nosotros. (Juan 14:27).

LAS PROMESAS DE DIOS:

Te bendeciré (Gen. 12:2)

No te desampararé, (Josué 1:5)

Yo estaré contigo, (Isaías 43:2)

Te haré entender, (Salmo 32:8)

Te enseñaré el camino (salmos 32:8)

Te libraré (salmos 50:15)

A sus pobres saciaré de pan (salmos 132:15)

Siempre te ayudaré (Isaías 41:10)

Te sustentaré (Isaías 41:10)

Te sostendré por la mano (Isaías 42:6)

Nunca me olvidaré de ti (Isaías 49:15)

Os consolaré (Isaías 66:13)

Perdonaré la maldad (Jeremías 31:34)

Sanaré tus heridas (Jeremías 30:17)