El evangelio es un mensaje de fe y esperanza, que al poner en práctica sus santas enseñanzas, se convierte en bendición y realidad. Si uno no cree, por bueno que sea, no va a recibir los beneficios del Evangelio. El ser bueno y sincero es de admirarse, pero no pueden ser substitutos para la fe. Los que están enfermos y afligidos, por fe en la Palabra de Dios y por obediencia a Sus mandamientos, podrán recibir la sanidad en sus cuerpos y liberación de la opresión de Satanás. Vamos a ir explicando lo que dice la Santa Biblia acerca del tema tan importante, y rogamos a Dios quiera usar estas palabras de Su siervo para aumentar en todos la fe que salva y sana.
Leemos en el capítulo seis de San Marcos que cuando el Señor envió a Sus doce discípulos, les dio potestad sobre los espíritus inmundos. Luego vemos que ellos predicaban el arrepentimiento, echaban fuera demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y éstos sanaban. En la Epístola de Santiago, capítulo cinco, el apóstol nos dice que si algún creyente estuviere enfermo llamara a los ancianos, quienes le ungirán con aceite, y la oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. El aceite es símbolo de la presencia del Espíritu Santo, y representa el gozo, la gracia y el poder sanador de Dios. Ungir con aceite es invocar el poder de Dios, no para muerte sino para vida, y el medio de contacto para ayudar al enfermo es su fe. Es una lástima que algunas iglesias hayan dejado esta práctica de la Iglesia Primitiva o Io hayan convertido en uso no bíblico. El Mismo Señor, en Grande Comisión dada a sus discípulos en la víspera de Su ascensión, habló de unas señales que iban a seguir a los que creyesen en el Evangelio. Una de estas cinco señales era: ‘Pondrán las manos sobre los enfermos y sanarán’ Marcos 16:18.
Jesús empleaba muchas veces Sus manos en Su bendito ministerio. A veces Él ponía Sus manos sobre los enfermos y los enfermos sanaban. Colocar las manos sobre la cabeza de otro es un punto de contacto y también una manera de identificarse con el otro. Es como la unión de la fe del enfermo y la fe de quien ha de hacer la oración de fe. Hoy día Dios honra a quienes honran Su Palabra, y junto con la acción de fe, Dios puede poner Sus manos. La misma Palabra Dios engendra fe en el corazón. El hombre no vivirá solamente por el pan, sino también por las palabras del Señor. Como el cuerpo físico vive del pan, el espíritu del hombre tiene que recibir vida y salud de la Palabra de Dios (pan del cielo). La Palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que una espada de dos filos y como el cuchillo del cirujano que busca el mal en el cuerpo, la Palabra de Dios discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. En cierta ocasión, cuando le pedían a Jesús que sanase a un enfermo que estaba muy distante, el Señor mandó Su palabra y lo sanó. La cosa que más impide la fe es el pecado. Es un pecado abusar del cuerpo que nos ha sido dado como un templo, un tabernáculo para nuestras almas. Tenemos que confesar a Dios los pecados, y arrancar del corazón el rencor, la amargura y el resentimiento. Si hay en la mente pensamientos sucios y en el alma odio y perversidad, la misma conciencia nos condena y no podemos ejercer la fe para ser sanados. Una vez resuelto el problema del pecado, por haber sido perdonado por Dios, es más fácil tener confianza en las promesas de Dios. Es nuestro deber orar los unos por los otros para que seamos sanos. Es la voluntad del Señor que tengamos salud y seamos prosperados en todas las cosas. No es un lindo testimonio cuando hemos sido afligidos por Satanás, sino cuando hemos sidolibertados de su poder. Cristo quiere que nuestro gozo sea cumplido. El gozo del Señor es nuestra fortaleza. Salud en el alma es esencial para poseer salud mental y física. En la presencia de Dios hay plenitud de gozo y abundancia de pan.La fe es la moneda del reino de Dios. Todo aquel que quiera acercarse a Dios tiene que creer, a veces sin ver nada y sin sentir nada. Sin fe es imposible agradar a Dios. Al que cree, todo es posible. Con la ayuda de Dios, vamos a creer, vamos a orar, vamos a actuar, y vamos a recibir salud y liberación, en el nombre de Jesús.
Una vez, viajando el Señor por las partes de Palestina, un pobre leproso, despreciado por la sociedad, y avergonzado por el terrible azote de la lepra, se postró delante de Cristo, diciéndole: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.» Allí había, de parte del leproso, humildad, sinceridad, fe y acción. De parte del Señor había voluntad y poder. Cristo le dice, entonces: ‘Quiero, sé limpio,» Y tocándolo al intocable, en el instante, la lepra se fue de él. ¡Gloria a Dios por Su amor y poder!
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