Testimonio | Dios sigue haciendo milagros

Este mismo año en Minas, un granjero rico se me acercó al terminar el servicio una noche. Se sacó el vendaje de su pierna y me pidió que lo curará mi primera reacción era de asco al observar en esa pierna el peor caso de una várice ulcerada que jamás haya visto. Primera reacción era de asco al observar en esa pierna el peor caso de una várice ulcerada que jamás haya visto.

Se dio cuenta de mi repugnancia y dijo apresuradamente, “Le daré la cantidad de dinero que usted quiera, ¡lo que usted me pida, si me cura!”

Este hombre había padecido de esta condición por 20 años. La herida abierta había empezado en la rodilla y a través de los años se había extendido hacia el pie y por poco envuelve toda la parte inferior de la pierna.

Había viajado a Montevideo unos días antes, y los doctores allí le habían informado que si no se le amputaba la pierna, se infectaría de gangrena. Trataron de convencerlo que se operara de inmediato, pero rehusó.

Regresó a su casa, recogió una pistola y se metió a su camión. Mientras manejaba al otro lado de su gran rancho, oró que Dios le diera fuerzas para quitarse su propia vida. El dolor que producía la ulceración era tan grande que no podía seguir viviendo así, pero orgullo no le permitiría la amputación de su pierna.

El granjero se encontraba en ese estado de desesperación cuando alguien le entrego un volante informándole de nuestra campaña. “he intentado de todo”, pensó “no perderé nada si voy”

En estos días no usábamos bancas en las campañas- y tuvo que pararse durante el servicio entero. Noté que tenía mucho dolor, pero no estaba preparado para ver lo que me mostró en su pierna. Al fin pude decir,” hermano yo no le puedo citar. Quisiera poder hacerlo, pero no me es posible.” Pero le puedo decir cómo se puede sanar. Venga todas las noches a la campaña, si no falta al culto yo le garantizo con la autoridad de la palabra de Dios que Él le sanará. Su sanidad ya se ha realizado en el calvario y mientras más oiga la palabra de Dios, más crecerá su fe y la sanidad de su cuerpo será una realidad.

Desde esa noche en adelante su camión está estacionado en el local, se paraba sobre su pierna dolorosa oyendo la palabra de Dios, así como yo le había instruido.

Solo habían pasado unas cuantas noches cuando se me acercó y me informo que después de tantos sufrimiento, ya no tenía dolor. La herida todavía estaba pero el dolor había desaparecido.

Noté después de un tipo que la herida está secándose.

Al año siguiente cuando regresamos para nuestra segunda campaña en Minas me mostró su pierna. Habían desaparecido las heridas y la única marca que quedaba era la ligera descoloración de la piel.

Romanos 10:7 nos dice simplemente, “la fe es por el oír ; el oír por la palabra de Dios” parece tan sencillo pero en el caso de un hombre en la campana de Minas el diablo uso este versículo para burlarse de mi.